Ayer, una paciente me preguntaba: Mari, ¿Qué es lo que está mal en mí?
¿Porque siempre me acaban dando calabazas las personas a las que me empiezo a enganchar?
Me gusta que mis pacientes se hagan estas preguntas, no tanto por la culpa que se otorgan y que lógicamente no tienen, sino porque asumen su parte de responsabilidad en las cosas que les ocurren.
Y es que, aunque sea de forma inconsciente, nosotros provocamos muchas más cosas de las que pensamos, sin saberlo.
En el caso de mi paciente, ella anulaba las señales que le indicaban que el otro no estaba disponible. Se empeñaba en hacer funcionar algo que deber ser cosa de dos.
- El problema, es que acabas remando en un barco donde estás sola y ni siquiera te das cuenta de que lo estás hasta que el otro hace bomba de humo o te da calabazas directamente.
Mi paciente quería encontrar a alguien, quería que le saliera bien una relación y su forma de conseguirlo era volviéndose súper seductora, complaciente, servicial, halagadora e insistente.
En lugar de desistir en la conquista cuando veía que el otro no andaba receptivo, tomaba aún más la iniciativa, lo que le llevaba una y otra vez a tocar el rechazo, eso que tanto intentaba evitar.
Forzamos las cosas, esa es la razón principal de porqué en muchas ocasiones las cosas no nos salen como queremos. Nos empeñamos en que algo funcione en lugar de pararnos a observar si está funcionando.
Nos cuesta dejarnos llevar porque queremos que las cosas sean a nuestra manera, porque nos da miedo que no salgan, soltar el control, el fracaso, el dolor, ese mismo que acabamos provocando cuando en lugar de ser observadores de lo que va ocurriendo y dejar fluir lo que es, nos empeñamos en cambiar el ritmo y la forma de las cosas.
Debemos desarrollar la confianza, la confianza en que si una relación o situación tiene que manifestarse, no lo hará porque nos empeñemos en ello, si no a pesar de lo que hagamos.
Existen cosas que son inevitables y la conexión entre dos personas es una de ellas. A veces no sabes porqué sucede pero lo hace tan de repente que nos sorprende, otras en cambio ponemos todo de nosotros y todo parece resultar difícil.
Las cosas que marchan bien funcionan por sí solas, no debemos empujarlas. Las cosas que no funcionan, ni aunque nos dejemos la vida en ello terminarán bien. Es misión nuestra diferenciar entre ambas.
Y sobretodo, aprender a disfrutar con lo que la vida nos regala y aprender a soltar lo que no resuena con nosotros.
Deja de luchar, comienza a fluir.
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